Bajo una lluvia torrencial después de cuatro meses de sequía, que impedía descubrir el Rolls Royce presidencial, Dilma Roussef llegó este sábado por la tarde al Congreso Nacional para tomar posesión como presidenta de Brasil. La primera mujer que alcanza la máxima dignidad ha afirmado, en su primer discurso como presidenta ante el pleno de senadores y diputados, que su mayor compromiso será el de "acabar con la miseria" del país.
En una alocución de 40 minutos, presentes también las 55 delegaciones extranjeras (por parte de España estaba presente el príncipe Felipe, que este domingo tendrá un encuentro personal con Rousseff), la presidenta ha comenzado diciendo que en un día como el este "deben sentirse orgullosas todas las mujeres de Brasil" y ha querido hacer un nuevo reconocimiento al trabajo de su antecesor, Luiz Inácio Lula da Silva."Vengo aquí a honrar su Gobierno", ha dicho a la vez que aseguraba que daría continuidad a sus conquistas económicas y sociales. "Brasil ha mejorado, pero se está abriendo una nueva era, un nuevo despertar del país", ha subrayado.
Junto con la lucha para acabar con la aún miseria de 22 millones de ciudadanos ("nos tiene que avergonzar"), Rousseff se ha comprometido a mejorar las infraestructuras del país y ha asegurado que su Gobierno "no hará gastos apresurados", mantendrá "la estabilidad de la economía" y luchará "para que el país siga creciendo".
Según la nueva presidenta, que ha elegido un traje color perla y no rojo (el color del Partido de los Trabajadores) para simbolizar que es presidenta de todos los brasileños, el país está entrando en un nuevo ciclo de crecimiento, en el que, ha destacado, no está dispuesto a hacer "concesiones al proteccionismo internacional".
Acusada durante la campaña electoral de ser una política poco sensible al problema de la ecología, Rousseff ha afirmado en tono enérgico: "Demostraremos al mundo que es posible conjugar desarrollo económico y defensa del medio ambiente". Y ha añadido interrumpiendo los aplausos: "Vamos a ser campeones de energía limpia".
La nueva presidenta de Brasil también ha defendido el multilateralismo y ha afirmado su compromiso con "otros pueblos hermanos" de América Latina, con el África pobre y con los pueblos de Medio Oriente. Al mismo tiempo, ha resaltado que quiere tener una relación fuerte con Europa y con los Estados Unidos, aunque sobretodo, ha recalcado, con "los pueblos en desarrollo".
Rousseff ha acabado haciendo una confesión explícita de su "compromiso sagrado" con el respeto a todas las religiones y con la "total libertad de expresión". "Quiero recordar aquí lo que ya había dicho durante la campaña electoral: Prefiero el ruido de los periódicos al silencio de las dictaduras", ha afirmado entre aplausos.
La ex guerrillera se ha emocionado sólo al final recordando que estaban allí presentes 11 compañeras suyas de cárcel durante la dictadura militar. "Hay veces que la vida aprieta y otras afloja. Lo importante es tener siempre coraje, y es este coraje el que yo pido a hoy a todos los brasileños". Y ha prometido que va a gobernar "para todos los brasileños sin distinción, con coraje y cariño de madre".
Concluido el acto del Congreso, y ya sin lluvia, Dilma ha podido ir en coche descubierto hasta el Palacio Presidencial, donde ha recibido la banda presidencial del presidente Lula, quien rompiendo el protocolo ha tomado la mano de la nueva presidenta para alzarla en alto. Después la ha abrazado con emoción en dos ocasiones y ha abandonado el balcón del Palacio de Planalto con la lágrimas en los ojos, pero sin caer en la tentación -como apostaban algunos periodistas- de hacer un último discurso.
Esas palabras han correspondido a Rousseff, quien ya sin Lula presente, y conteniendo la emoción, lo ha elogiado ante los ciudadanos que la escuchaban llamándolo el "mayor líder popular" que ha tenido Brasil y calificándolo de "líder justo, apasionado por su Brasil y por su pueblo". "Lula estará siempre a mi lado. Él, el primer presidente obrero, tuvo la osadía de conseguir que fuese elegida por primera vez una mujer presidenta del país", ha concluido. El País