sexta-feira, 18 de fevereiro de 2011

The Economist premia al ingeniero argentino Mario Rosato por una técnica para capturar CO2

El reto era doble: plantear una solución biológica al cambio climático y hacerla además rentable. Más de 700 investigadores y emprendedores de todo el mundo participaron en el concurso de ideas, lanzado por The Economist e InnoCentive. Y el vencedor ha sido un ingeniero argentino afincado en España, Mario Alejandro Rosato, al frente de Sustainable Technologies (empresa ubicada en el Parc Tecnológic del Vallés).
Rosato ha sido uno de los grandes protagonistas de la conferencia 'The Ideas Economy' en la Pace University de Nueva York. ¿Su propuesta? Un sistema para 'digerir' la materia orgánica de manera que sirva para fertilizar plantaciones de bambú, capaces de absorber y 'fijar' el CO2 como material de construcción.
"Se trata más de una técnica que de una tecnología propiamente dicha", explicó Rosato. "En España y en Europa, las soluciones 'low tech' no están bien vistas, sobre todo si no proceden del ámbito universitario y académico. Es una gran satisfacción que en Estados Unidos hayan reconocido el valor de una idea que puede ser válida en todo el mundo".
Le pedimos al investigador argentino que haga un esfuerzo didáctico, sin necesidad de recurrir al 'Power Point'... "Partimos de la basura, y la 'digerimos' por un proceso avanzado de fermentación para producir hidrógeno y generar un parte residual de energía. Pero lo importante es lo que sale de ese proceso: un fango compuesto por carbono y nitrógeno que servirá de sustrato cultivar bambú".
La pregunta parece obvia: "¿Por qué el bambú?". Las respuestas son múltiples: "En primer lugar, para aliviar la presión sobre los bosques. Y también por su capacidad para absorber CO2 y por sus cualidades superiores a la de la madera como material de construcción. El bambú necesita además mucho nitrógeno para crecer ¿qué mejor solución para dar un valor a la fermentación de la basura y evitar de paso la emisión de gases invernadero?".

Resultados

Según estimaciones de Mario Rosato, por cada 20 toneladas de materia orgánica fermentable se conseguiría nitrógeno para fertilizar una hectárea de bambú gigante (de la variedad conocida como Phyllostachys Pubescens), que podría servir de materia prima para la fabricación de paneles de fibra a valores de mercado de 14.000 dólares (balance bruto).
"Pongamos por caso un pueblo de 10.000 habitantes", agrega Rosato. "Al año se producirían unas 1.100 toneladas de basura fermentable, que daría lugar a 55 hectáreas de bambú, que generarían 766.800 dólares al año y 'fijarían' 487 toneladas de CO2. A esta escala, haría falta una inversión de algo más de 800.000 dólares y se crearían de cincuenta a sesenta puestos de trabajo".
"Hoy por hoy, nadie te paga para capturar CO2", advierte Rosato, que admite haber hecho números y más números hasta sacarle "rentabilidad" a la idea, que tiene además la virtud de funcionar "con tecnología que ya existe y que tenemos al alcance de la mano".
"Con este sistema, depuramos residuos orgánicos, producimos una pequeña parte de energía sin emisiones, capturamos CO2, fijamos el CO2 y producimos paneles y elementos estructurales de bambú que pueden reemplazar a la madera", recalca el investigador argentino. "Una hectárea de bambú bien gestionada podría salvar de cuatro a diez hectáreas de bosques tropicales".
Rosato, que ha encontrado un interés inicial en su idea tanto en India como en Italia, agradece finalmente el apoyo prestado por los tres pilares de su investigación: Raman Saravanane, especialista en gestión de residuos y profesor de la Universidad de Pondicherry; el ingeniero agrónomo chino Sun Guangy y su esposa, la arquitecta italiana Giovanna Barbaro, experta en construcción con bambú... "Gracias a ellos, he podido cerrar el círculo". El Mundo