Ver 'Rio' en 3D es enamorarse de la 'Cidade Maravilhosa' una vez más. O por vez primera, para quien aún no haya tenido la suerte de conocer sus gentes, bañarse en sus playas, subir sus laderas y asomarse a sus miradores. Porque la última película de Carlos Saldanha, carioca y director de la exitosa saga 'Ice Age' ('La edad del hielo'), no escatima a la hora de exhibir las bellezas naturales de la antigua capital brasileña. Pero tampoco exagera: todo lo que flota virtualmente ante los ojos del espectador se puede también admirar y tocar más allá de la sala de cine.
El argumento, aunque entretenido, es casi lo de menos. Blu, una cría de papagayo azul, es capturada por contrabandistas en Río de Janeiro y trasladada 9.000 kilómetros más al norte, hasta el pueblo estadounidense de Moose Lake (Minnesota). Sin embargo, la caja donde permanece atrapada cae del camión y atrae la atención de Linda, la niña modosita que cuidará del pájaro y llegará a convertirlo en un adulto domesticado y cariñoso, pero incapaz de volar.
De que Blu aprenda por fin a extender las alas se encargará la resuelta y sensual Jade (Perla en la versión española), la única hembra de papagayo en el mundo, a la que el macho urbanita deberá seducir para evitar la extinción de la especie. E impulsará la misión Túlio, un estrafalario ornitólogo brasileño que convencerá a Linda para llevar al protagonista de vuelta a Río. A partir de ahí, infinitos obstáculos, apresamientos, emociones y decepciones hasta resolver una trama que a ratos recuerda a la historia de Álex, el león cautivo de 'Madagascar'.
También como en aquella y en todas las demás películas de animación, resultan imprescindibles ciertos personajes de acompañamiento que redondean la obra: Pedro y Nico, simpáticos bufones; la cacatúa Nigel, resentida y malvada enemiga; el tucano Rafael, amigo accidental que todo lo soluciona, y el babeante bulldog llamado Luiz.
En pleno Carnaval
En cualquier caso, el contrabando de aves exóticas parece una excusa del director para rendir a su ciudad un homenaje espectacular y trimensional. Abre el filme una panorámica de la bahía de Guanabara, presidida por el Pan de Azúcar. El imponente morro de granito y su teleférico quizás son, junto al omnipresente Cristo Redentor, las atracciones turísticas que con más insistencia salpican la pantalla a lo largo de la hora y media que dura la obra.
No son las únicas, claro. Nada más regresar a Río, Linda, Túlio y Blu se topan frente a la arena de Copacabana con un 'bloco' carnavalesco. Imposible resistir la tentación de situar la película en la semana más agitada del año carioca, lo que ofrece a los animadores la oportunidad de lucirse con un desfile en el Sambódromo que bien podría despertar la envidia de las más destacadas escuelas de samba.
Encandilan igualmente al público las fascinantes imágenes desde el mirador de la Vista Chinesa, en lo alto de la inmensidad boscosa de la Floresta da Tijuca, así como el paseo en ala delta desde la Pedra da Gávea hasta las playas de la zona sur, donde los chavales juegan 'altinha' con el balón y las 'garotas' lucen bikinis más recatados de lo habitual por cuestiones de decoro, como admitió Saldanha en la presentación ante la prensa internacional.
Ritmo brasileño
Del mismo modo, el mototaxi que sube a los personajes por las empinadas cuestas de una favela algo idealizada -¿dónde están los 'soldados del tráfico'?- y el trenecito que recorre el barrio bohemio de Santa Teresa se suceden como estampas típicas al ritmo de la música de Sérgio Mendes,Carlinhos Brown, Bebel Gilberto y Will.i.am.
Guión aparte, 'Rio' está destinada a servir a la ciudad como empujón turístico a cinco años de los Juegos Olímpicos y a sólo tres del Mundial de fútbol. Y a los cariocas, de cuna o adopción, les dará sin duda un subidón de autoestima cuando puedan verla a partir del próximo 8 de abril en las salas brasileñas. El Mundo