segunda-feira, 31 de janeiro de 2011

Dilma viaja a Argentina, en su primera visita al extranjero como presidenta

La pregunta de si habrá química entre las jefas de Estado de Argentina y Brasil, dos mujeres de fuerte carácter y temperamentales a ratos, tiene una importancia relativa. Al menos desde la óptica de Cristina Fernández de Kirchner, lo que ella espera de su primer encuentro oficial con Dilma Rousseff, no es arrumacos sino entablar una relación seria y con resultados concretos.
Con Lula la química funcionaba maravillosamente, pero ¿qué resultó de tanto abrazo, de tantas palabras afectuosas y de tanta lágrima compartida durante el velatorio de Néstor Kirchner? Que del intercambio comercial entre ambos países, que ronda los 33.000 millones de dólares, Argentina se llevara la peor parte, acumulando un saldo negativo de 3.400 millones de dólares solo en el 2010.
Por otro lado, de la química que surja entre ambas depende por ejemplo, que Brasil habilite a las empresas argentinas para que participen de las licitaciones multimillonarias de obras y servicios, relacionados con el Mundial de Fútbol que se disputará en Río de Janeiro en el 2014 y de los Juegos Olímpicos que tendrán lugar en la misma ciudad, en 2016.
En su primer viaje al extranjero, la mandataria brasileña trae una valija cargada de buenas intenciones. En la reunión prevista para las 11:45, las jefas de Estado firmarán una decena de acuerdos bilaterales con predominio del sector energético.
Se pretende impulsar la construcción en Argentina de dos reactores nucleares para fines pacíficos; la construcción de una planta hidroeléctrica en el límite de la provincia argentina de Corrientes con el estado brasileño de Río Grande do Sul… y la cereza de la tarta: un preacuerdo para que empresas argentinas puedan participar en la exploración y explotación de la “capa pre-sal”, los gigantescos yacimientos petrolíferos que se encuentran en la plataforma marítima de Brasil, a 6.000 metros de profundidad.
En otra área destacan las más de 800 viviendas sociales que Argentina construiría con la ayuda de su vecino, siguiendo el modelo aplicado por Lula en Brasil.
Sí habrá necesidad de “vibraciones positivas” para resolver un tema que la visitante considera como un gran escollo: la falta de seguridad jurídica para las empresas brasileñas –en realidad para todas las empresas extranjeras- que operan en Argentina.
Los que más se quejan de ello son los empresarios brasileños de la industria frigorífica, como los de SWIFT y de QUICK FOOD, ante las cuotas a la exportación de carne que, un día sí y al otro no, les impone el ministro argentino de Comercio, Guillermo Moreno.
En la víspera de su arribo, Rousseff dijo que “es fundamental cumplir con los contratos para tener un marco regulatorio estable”. En ese aspecto, la presidente brasileña destacó que el gobierno de Lula, en el que ella desempeñó el cargo de jefa de Gabinete, tuvo que respetar contratos que “no nos sentaban bien”, y lo hizo en aras de la solidez institucional del país. Seguramente Dilma era consciente del malestar que producirían tales afirmaciones en la Casa Rosada, pero no por ello dejó de expresarlas.
No es que Cristina Fernández esté complacida con el trato que recibe de Brasil en el terreno económico. En el transcurso de la visita seguramentemencionará el dumping que supuestamente practican algunos empresarios brasileños, sobre todo del sector de electrodomésticos, cuando inundan a la Argentina de productos de dudosa calidad, a precios de ganga con que la empresa local no puede competir.
Antes de obsequiar a su huésped con un almuerzo al estilo criollo, Cristina también traerá a colación su temor a que Brasil devalúe su moneda frente al dólar, lo que significaría un rudo golpe para los argentinos que exportan al vecino país.
De la superación de esas diferencias, tanto como de la famosa química, depende que la relación entre los dos gigantes de Sudamérica, realmente merezca el título de “estratégica”. El Mundo