El ex presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, abandonó el sábado el Palacio de Planalto y la ciudad de Brasilia después de entregar la banda presidencial a su sucesora, Dilma Rousseff, y tras una emotiva despedida popular que lo hizo llorar.
Lula, que gobernó Brasil durante dos mandatos consecutivos de cuatro años, entre el 1 de enero de 2003 y hoy, salió del palacio presidencial con su esposa, Mariza Leticia, y se dirigieron a la Base Aérea de Brasilia, para abordar un avión con destino a São Paulo y luego a la vecina Sao Bernardo do Campo.
El ex presidente fue despedido por Rousseff quien, con la banda presidencial en el pecho, lo tomó del brazo izquierdo y bajó con él la rampa que da acceso al palacio, sede del Ejecutivo brasileño.
En la parte baja de la rampa, Lula y su esposa se dieron efusivos abrazos con Rousseff y el vicepresidente Michel Temer, una despedida en la que no faltaron lágrimas de los protagonistas ni aplausos de los empleados del Palacio de Planalto.
Poco antes, tras recibir la banda presidencial de manos de Lula en el Palacio de Planalto, Rousseff aseguró estar "feliz como raras veces" a lo largo de su vida por haber asumido la jefatura del Estado, aunque manifestó que esa alegría se confunde con la tristeza que siente por despedir a su antecesor.
La mandataria agradeció la "oportunidad" que le ofrece la historia al haberse convertido en la primera mujer en alcanzar la presidencia del mayor país de América Latina, en un discurso pronunciado en el "parlatorio", una tribuna al aire libre situada en la parte exterior del edificio.
Rousseff dijo haber aprendido mucho de la "inmensa sabiduría" de Lula, a quien describió como un "líder enamorado de su país y de su gente".
Asimismo, aseguró que "la tarea de suceder al presidente Lula es desafiante", calificó de "honra" haber trabajado a su lado y se comprometió una vez más a preservar su legado.
"La voluntad de cambio de nuestro pueblo llevó a un obrero a presidente de Brasil. Su esfuerzo, dedicación y nombre ya están grabados en el corazón del pueblo, el lugar más sagrado de nuestra nación", declaró.
Rousseff agregó que, tras la elección de Lula, el pueblo brasileño volvió a incurrir en "una nueva osadía" al escoger a una mujer para el cargo de mayor responsabilidad del Estado.
Después de despedirse de su sucesora, el ex presidente, que lloraba de emoción y sudaba copiosamente, se acercó al público congregado frente al palacio y se fundió en abrazos y apretones de manos con la multitud que coreaba su nombre.
Lula pasó al menos diez minutos entre una multitud que no lo dejaba ir y que puso en aprietos a los agentes de seguridad que se esforzaban por rescatarlo de los brazos del pueblo. Tamaña efusividad se debe al hecho de que ha sido el presidente más popular que haya tenido el país y a que deja el Gobierno con una aprobación del 87 % a su gestión.
Finalmente, Lula y su esposa lograron subir a su automóvil que puso rumbo a la base aérea, mientras el ex presidente, como un chico de colegio, bajaba la ventanilla para, con el brazo en alto, despedirse una vez más de la gente.
En São Paulo, Lula visitará esta misma noche al que fuera su vicepresidente, José Alencar, el gran ausente de los actos de investidura, que está hospitalizado desde hace diez días debido a una hemorragia digestiva a consecuencia del cáncer abdominal contra el que lucha desde 1997.
Después de visitar a Alencar, Lula se trasladará a São Bernardo do Campo, donde comenzó su carrera sindical y política en los años 70, y donde tiene su residencia privada.
En São Bernardo, el Partido de los Trabajadores (PT), del cual Lula fue uno de los fundadores, le tiene programada para esta noche una fiesta de bienvenida a la vida normal después de ocho años en la cresta del poder. El Mundo