El desengaño que sienten los manifestantes en la Plaza de Tahrir esta noche no debe sorprender a nadie. Desde primera hora de la tarde, lo único que se escuchaba en El Cairo era la noticia de la dimisión inminente del presidente Hosni Mubarak. Tras 30 años de poder absoluto, y más de dos semanas de revueltas populares, parecía que, por fin, Egipto tomaba sus primeros pasos definitivos hacia la transición democrática.
En su esperado discurso de esta noche, Mubarak se ha burlado de todos aquellos que habían pasado la tarde celebrando su partida. Todos esperaban que anunciara el traspaso de sus poderes al recién nombrado vicepresidente -y hombre de confianza de Washington-, Omar Suleiman, y quizá incluso su partida hacia alguna tierra lejana. En vez de ceder a las demandas de los manifestantes, el mandatario ha presentado su lado más desafiante, y ha reiterado su determinación absoluta de mantenerse en el poder hasta la conclusión de su mandato el próximo mes de septiembre.
Partiendo de su autoproclamada posición como "padre" de los "ciudadanos y hijos de Egipto, hombres y mujeres, jóvenes de Egipto en la Plaza de Tahrir", Mubarak se ha dirigido a la nación con un tono firme, incluso a veces severo, y sobre todo serio. "No voy a salir del país en este momento difícil y voy a apoyar a cualquiera que quiera apoyar a Egipto para conseguir nuestros objetivos en medio de una concordia nacional", ha asegurado el 'rais' egipcio.
Reformas constitucionales
El anuncio más anticipado del día -el traspaso de poder a Suleiman- quedó reducido a un breve comentario; Mubarak se limitó a decir que delegaría ciertos poderes en la persona del vicepresidente, sin entrar en mayor detalles.
El mandatario fue más explícito al comprometerse a reformar los problemáticos artículos 76, 77, 88, 93, 179 y 189 de la Constitución.
La mayoría de los artículos que ha mencionado Mubarak tienen que ver con ley electoral y derechos humanos básicos. El artículo 76 limita quien se puede presentar como candidato a la presidencia y, en la práctica, elimina toda posibilidad de que el presidente tenga competición seria en los comicios. El 77 refuerza el poder del presidente al eliminar toda restricción sobre el número de veces que se puede presentar a la reelección.
Los artículos 88 y 93 facilitan elfraude electoral. El primero, introducido en 2007, este artículo eliminó el control judicial sobre las elecciones; el segundo limita las formas en las que se puede cuestionar la legitimidad de los comicios electorales: sólo el Parlamento -con mayoría absoluta del partido de Mubarak- puede poner en duda los resultados.
Quizá el artículo más polémico es el 179: toda persona sospechada de participar en actos terroristas puede ser detenida sin explicación mayor; el presidente tiene derecho a ordenar el juicio de los mismos por tribunal militar (bajo cuyo régimen el acusado deja de tener derecho a representación legal).
El 189, finalmente, asegura el control del presidente sobre todas estas medidas legales al limitar el derecho de proponer enmiendas constitucionales a su persona.
Inepto intento de calmar los ánimos populares
Eso sí, el presidente ha intentado calmar los ánimos de los manifestantes insistiendo en que las elecciones del mes de septiembre serán libres y abiertas: "Se van a facilitar las condiciones de acceso a la candidatura de cualquiera, la justicia verificará el acceso a los parlamentarios para garantizar las libertades de los ciudadanos y poder suspender la ley de emergencia; pero lo primero es recuperar la seguridad entre los egipcios, la confianza en nuestra economía y la seriedad de que el movimiento de cambio no tiene vuelta atrás".
Mubarak ha terminado su discurso asegurando que él también fue un joven y que entiende a la juventud que está pidiendo reformas. "La voluntad de los egipcios, su unidad y nuestra consideración a la Historia de Egipto son la esencia de nuestra existencia desde hace 7.000 años.Viviremos el espíritu de Egipto mientras dure Egipto y su pueblo".
Furia en la Plaza de Tahrir
Mientras tanto decenas de miles de manifestantes concentrados en la cairota Plaza de Tahrir han recibido con rabia y tristeza el discurso del presidente egipcio.
La indignación, e incluso los llantos, sucedieron al silencio durante todo el mensaje del mandatario, retransmitido por una gran pantalla colocada en la plaza, epicentro de la revuelta popular.
Los manifestantes siguen pidiendo en la plaza de la Liberación la marcha del rais. "Abajo Mubarak. Fuera, fuera". Muchos agitan sus zapatos, enfurecidos y decepcionados. "Nos habla como si fuéramos idiotas", subrayaba.
Ali Hassan, "Es un general derrotado sobre el campo de batalla, que no se retirará hasta dejar tantas víctimas como sea posible". "Al palacio [presidencial], allí vamos, los mártires por millones", gritan muchos manifestantes. Si la protesta había comenzado esta tarde con calma, ante los rumores de la inminente salida de Mubarak, los eslóganes se han vuelto más y más violentos tras el discurso del rais y de su vicepresidente.
En una intervención televisada tras la comparecencia de Mubarak,Suleiman ha pedido a los manifestantes que se vayan a casa. "Ni Mubarak ni Suleiman", respondían los manifestantes en Tahrir. "Omar Suleiman y Mubarak son lo mismo. Son dos caras de la misma moneda. Nuestra primera petición es que se marche. Si no se va, yo no me marcharé", decía Rahman Gamal, un trabajador de supermercado de 30 años apostado en Tahrir. El Mundo