Las elecciones catalanas están repletas de 'Twitters', 'Facebooks', 'Flickrs' y 'YouTubes', sí. Todos los partidos y casi todos los candidatos han personalizado sus sitios web -o bien han creado uno ad hoc- para estos comicios que ya llevan una semana de campaña, sí. Pero, aunque parezca mentira, todo esto es ya más antiguo que 'La Yenka'.
Con las últimas elecciones presidenciales estadounidenses, las que llevaron a Obama a la Casa Blanca, quedó superada esta tendencia. Aunque no enterrada. Hoy no hay candidato a cualquier elección, en casi ningún país del mundo, que no tenga su cuenta de Twitter o su perfil de Facebook. Políticos que, de esta forma, se acercan a su electorado y en ocasiones incluso le hablan de tú a tú, pero que al mismo tiempo se suman al ensordecedor ruido de las redes sociales.
Hoy nadie cuestiona la necesidad de dirigirse de forma más directa a los votantes. Hoy, la cuestión es otra: ¿De qué sirve tener 5.000 fans en Facebook más que tus rivales si al final el ganador es otro? Hoy, el candidato de CiU, Artur Mas, tiene 6.195 fans en Facebook. Hoy, José Montilla, el candidato del PSC, tiene 7.279 fans. Hoy, según los sondeos y las apuestas -donde está el dinero suele estar el pronóstico más fiel-, Mas es el favorito para la victoria y para formar gobierno.
Si, de nuevo, volvemos la vista a EEUU, vemos cómo en las últimas elecciones legislativas se habló mucho menos que en los anteriores de la campaña a través de Internet y al mismo tiempo tomaron fuerza los actos presenciales, como el famoso 'Tea Party'. Eso sí, para organizarlos, nadie duda del potencial de las redes sociales, en ocasiones de los partidos, en ocasiones de los candidatos y otras veces externas e independientes. ¿Se imaginan a los afiliados del PSC organizados a través de la Red para ofrecer pequeños mítines locales, como sugirió Montilla?
Por eso, choca que en las páginas de los candidatos catalanes sea tan difícil encontrar una agenda -salvo en la de Ciutadans-. O que no haya una página desde la que los simpatizantes puedan invitar a otras personas a asistir a un acto, votar a un determinado candidato o ayudar con la campaña. También queno haya espacios destacados desde los que puedan comunicarse o autoorganizarse de forma cómoda y sencilla, excepto a través de las redes sociales del PP y PSOE.
Son algunos ejemplos sencillos. Porque, si la apuesta por Internet fuese real y seria, los afiliados y simpatizantes deberían poder participar en la toma de decisiones de los partidos, antes y durante la campaña: en la elaboración de los programas o de la agenda, en la decisión sobre posibles debates electorales, en la creación de argumentarios, en la organización de actos electorales... Es un paso que nadie se atreve a dar aunque la lógica diga que debería ser el siguiente y que además daría excelentes resultados.
El Mundo