Cuando está agonizando el año del Bicentenario en Colombia, en el que proliferaron publicaciones dedicadas a exaltar la memoria del héroepor excelencia de esta nación, aparece un libro que le deja muy mal parado el caraqueño Simón Bolívar.
Mujeriego, vanidoso, ignorante, pretencioso y algo cobarde, son algunas de los calificativos que le dedica quien fuera uno de sus destacados generales procedentes del Viejo Continente, el franco-alemán Henri Louis Villaume Ducoudray Hosltein.
Acaba de aparecer la primera versión en español de su obra, publicada por primera vez en Boston en 1828, bajo el confuso título de "Memorias de Simón Bolívar". En realidad la pluma no es del Libertador, como es obvio, sino del oficial que luchó en Francia durante la Revolución, más adelante integró el estado Mayor bonapartista y arribó a Cartagena de Indias en 1814.
"Los defectos predominantes de la personalidad del general Bolívar sonambición, vanidad, sed por el poder absoluto e indivisible y una gran disimulación", escribe el autor.
"Es muy astuto y entiende a la humanidad mucho mejor que todos sus coterráneos; e, hábilmente, voltea cualquier circunstancia a su propia ventaja y no escatima ningún esfuerzo para ganarse a aquéllos que pueden serle útiles". Hasta ahí, nada extraordinario y hasta se diría que Bolívar se asemeja a otros líderes mundiales de nuestro tiempo.
Mujeriego
Incluso en uno de los temas que encuentra Ducoudray Holstein más criticables, resultan familiares en la actualidad europea: Su incontenible pasión por las mujeres.
Bolívar, rememora el militar que fue nombrado comandante del Fuerte de Boca Chica y que sólo permaneció dos años en Colombia, era capaz de retrasar una batalla por una dama. Y detalla dos hechos que le indignaron, como aquél en que hizo esperar a su Ejército cuatro días en Los Cayos, antes de zarpar, para quedarse más tiempo con Pepa Machado, una de sus muchas amantes. O la pérdida de Puerto Cabello, en 1812, por la misma señora.
Ducoudray Hosltein no es el primero que dibuja un perfil de Bolívar que pocos quieren conocer en una nación donde le santifican y en la que incluso los pasajes más oscuros –la masacre de 800 prisioneros españoles para dar una lección- son desdibujados. Lo hicieron Carlos Marx y otros lugartenientes.
Pero en estos meses conmemorativos del bicentenario, son más populares obras como la que vio la luz este año, del reciente ganador del Rómulo Gallegos, William Ospina. En ella Simón Bolívar abandona su condición humana que tanto explora el general europeo para asumir la delsímbolo de América Latina: "Aquella existencia, breve como un meteoro, había iluminado el cielo de su tierra y lo había llenado no sólo de sobresaltos sino de sueños prodigiosos". El Mundo