quarta-feira, 5 de janeiro de 2011

Detenido el líder de la iglesia de la Santa Muerte junto a ocho colaboradores

David Romo, invoca desde hoy y como nunca la 'santa' presencia de la muerte para que la huesuda, guadaña en mano, acuda en su auxilio. Sobretodo desde que fue detenido junto a ocho personas por hacerse pasar por secuestrador del cártel de los Zetas.
Este martes se supo que Daniel Romo, líder espiritual de la Iglesia de la Santa Muerte, fue detenido por la policía del Distrito Federal como miembro de una banda de secuestradores que se hacían pasar por miembros del cártel de los Zetas para extorsionar.
Aunque el 'sacerdote' acusa al ayuntamiento del Distrito Federal de fabricar culpables, la procuraduría capitalina (PGJDF) dice que tiene evidencias de la participación del guía espiritual en el cobro del rescate de un matrimonio de la tercera edad, cuyo dinero le fue transferido a una cuenta que esta a nombre de su alias: Silverio Reyes Fremain Cortés.
La Policía anunció que había liberado a un matrimonio secuestrado en la delegación Magdalena Contreras a mediados de diciembre. Con aquella liberación se daba también por desarticulada la banda "El Aztlán" de la que Romo formaba parte.
Las nueve personas capturadas, entre ellas el obispo David Romo, y una menor de 17 años, se hacían pasar como integrantes del grupo delictivo de los Zetas. Además, se obtuvo la muestra de voz de un reo de la Penitenciaria de Santa Martha Acatitla señalado de participar en el delito.
Del dinero obtenido por los secuestros, David Romo o Silverio Reyes,cobraba el 10% del monto por la transacción y entregaba el resto del monto a los plagiarios. Las autoridades también lo vinculan con otras investigaciones, una de ellas por el delito de extorsión agravada, cometido contra un diputado.
El líder fundador de la Iglesia de la Santa Muerte denunció ante los medios de comunicación que fue torturado con una bolsa de plástico y con descargas eléctricas en los genitales.
La iglesia de la Santa Muerte reúne cada sábado a cientos de fieles. La jerarquía católica no quiere ni siquiera oír hablar de este fenómeno en auge. El Mundo