Si Miriam Quiroga conoce todos los secretos de Néstor Kirchner y si incluso fue la amante del difunto, lo más prudente desde el punto de vista del Gobierno, hubiera sido mantenerla vigilada y...contenta.
La solución estaba a la mano: permitirle seguir trabajando en la Casa Rosada, que era lo que a la enigmática mujer de 50 años más le gustaba hacer. En la guarida del poder, mil ojos controlarían sus pasos y mil oídos estarían atentos a sus conversaciones telefónicas, sin necesidad de que los espías del servicio de Inteligencia trabajaran horas extras.
Pero, en vez de proceder de esa forma, a Oscar Parrilli, secretario general de la Presidencia, no se le ocurrió nada mejor que contarle a Cristina Fernández de Kirchner, los murmullos que circulaban por los pasillos del palacio. Los rumores que señalaban que entre Quiroga y su fallecido esposo hubo más que una relación laboral. Y como la presidente montara en cólera al enterarse de lo que todos murmuraban a sus espaldas, decidió despedir él mismo a Miriam.
Ponerla de patitas en la calle, sin ofrecerle otra explicación que el hecho –no confirmado- de que Cristina había encontrado a alguien más apto para ser jefe del Centro de Documentación Presidencial, la función que ella ejercía desde el 2003, año en que Néstor fue elegido presidente.
Más encima, se dice que Parrilli amenazó a la funcionaria con iniciar una demanda judicial por mal desempeño de sus funciones, apuntando a presuntas irregularidades en el manejo del presupuesto de su oficina. ¿Qué más faltaba para convertir a Miriam Quiroga en una rencorosa bomba de tiempo, a punto de explotar?
La potente carga de confidencias, estalló el martes pasado, cuando la dama que hasta entonces pasaba por una perfecta desconocida, contó su historia a la revista Noticias de donde se propagó a los cuatro vientos. Ahora los argentinos desayunan, almuerzan y cenan con esa sabrosa comidilla.
¿Qué pudo haber entre ella y un hombre que no parecía tener otros amores que su familia y la política? "Es vox populi que yo fui su amante. La amante de Kirchner", dijo la mujer que conserva un cierto atractivo,muy propio de las argentinas de su edad, poniendo el énfasis en las palabras 'amante' y 'Kirchner'.
El novelón comienza a finales de los 90 cuando Quiroga ya se había divorciado del padre de sus cuatro hijos y trabajaba como locutora de una emisora de radio de Santa Cruz, la provincia de la cual Néstor fue gobernador. La chispa se produjo cuando aquel se postuló a la presidencia y en un acto proselitista, ella lo presentó como el futuro mandatario de los argentinos.
Su antipatía hacia Cristina fue tan fulminante como la atracción hacia Néstor. "Y con ustedes... Cristina Elizabeth Fernández" anunció en el mismo mitin, afectando la voz y pronunciando el segundo nombre, a sabiendas de que su rival lo detestaba. Detalles que averiguan las mujeres cuando compiten por un varón.
Ya instalado en su cargo, el presidente la nombró su secretaria. "Teníamos una unión muy fuerte. Dejé todo para venirme con Néstor desde el sur (de Santa Cruz a Buenos Aires). Dejé a mi familia", contó entristecida, a sus entrevistadores.
El presidente le encargó el manejo de su agenda oficial y privada y la puso al frente del Centro de Documentación Presidencial, la función que desempeñaba cuando la despidieron. Es significativo que de los miles de actos públicos que compartieron solo quede una foto en la que se los ve nítidamente juntos, siendo que ella era como su sombra. ¿Quién se habrá encargado de eliminar esos testimonios?
Al lado de Kirchner, Miriam se sentía como la legendaria Evita, su heroína, junto a Juan Domingo Perón. Ella era la única que sabía descifrar los designios de Néstor para su pueblo. La que recibía las cartas que los 'descamisados', los parias, le mandaban al caudillo desde todos los confines de Argentina.
En ese relato, Cristina Fernández de Kirchner aparece como la que no supo compartir el sueño de su esposo. "Cristina es una persona muy particular, que no quiere a mucha gente a su alrededor. La verdad, con ella no sé donde quedó el proyecto de Néstor. Se perdió la mística", dijo con cautela, la mujer a quien los empleados de la Casa Rosada llaman "la segunda viuda de Kirchner".
Las revelaciones de Quiroga sorprenden a Cristina y a sus colaboradores en un momento sumamente delicado, cuando se aprontan para las elecciones presidenciales de octubre del 2011.
Un alto funcionario de la Casa Rosada transmitió el malestar del entorno de la presidente hacia Oscar Parrilli, la persona en la cual Cristina depositó toda su confianza, creyendo que sería el estratega ideal para hacer frente al reto de las urnas. "(Parrilli) actuó con la delicadeza de un elefante y todo para congraciarse con Cristina. Nadie hubiera adivinado semejante torpeza en un político avezado como él", afirmó esa fuente.
El temor de quienes rodean a la jefa del Gobierno es que, liberada de su compromiso, la ex funcionaria cuente todo lo que llegó a saber de ellos, de Cristina u de otros en los años que trabajo para Kirchner. De hecho, Marcela Quiroga anunció que piensa "hacer televisión" y que un canal ya le ofreció un espacio. Pero como sabe manejar bien sus cartas, ella no revela de qué hablaría en ese programa. El Mundo